GENERAL, HISTORIA

El Volkswagen Roadster Especial de Ramón Oliver

Por todos es bien sabido que el carrozado de automóviles por firmas independientes fue una labor relativamente frecuente durante el pasado siglo que fue desapareciendo paulatinamente a partir de la segunda mitad de éste al implantar los fabricantes el uso de carrocerías autoportantes. Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial se vivió una etapa de  esplendor dentro de los recarrozados donde destacaron especialistas del sector como Pininfarina, Bertone o Mulliner , por mencionar algunos de los más conocidos. Estas pequeñas empresas recibían encargos tanto directamente por parte de firmas de lujo (Ferrari, Maserati, Rolls-Royce,…) como de clientes adinerados que buscaban una mayor exclusividad. Otros profesionales independientes sin tanto renombre internacional  se ocuparon de satisfacer las necesidades de aquellos usuarios que, a falta de acceso a modelos nuevos, deseaban modernizar o transformar unidades cuyo diseño ya se consideraba obsoleto. En España tuvimos buenos ejemplos con Pedro Serra o Galos Mateo, pero igualmente en no pocos casos, fueron iniciativas individuales las que se lanzaron a esta labor sobre modelos de origen modesto. En el caso de Volkswagen, gracias a la versatilidad ofrecida por su plataforma mecánica, se elaboraron infinidad de transformaciones. Empresas especializadas como Rometsch, Dannenhauer & Stauss o Enzmann aprovecharon sus chasis para  producir cortas series de deportivos que a día de  hoy gozan de altas cotizaciones.  No podemos olvidarnos del famoso Lindner, un modelo construido de manera artesanal en la antigua RDA  a partir de un Volkswagen militar (Kübelwagen) superviviente de la guerra  imitando las líneas del Porsche 356 y que actualmente ocupa un lugar dentro de la historia de ambas marcas.

Mi relación con el vehículo que aquí nos ocupa se remonta a marzo del 2018 mientras visualizaba una antigua película española: «Fin de Semana» (1964). Desde el principio sus líneas generales, y en especial, faros y llantas, me hicieron sospechar de que podría tratarse de alguna versión especial basada en Porsche o Volkswagen. Esto despertó mi natural curiosidad, más tratándose de un vehículo de tales características rodando por territorio español. Tras una primera búsqueda infructuosa, decidí consultar en el mayor foro español especializado en clásicos, www.pieldetoro.net y también en el internacional centrado en Volkswagen refrigerados por aire www.thesamba.org , pero  nadie supo dar una respuesta esclarecedora, todo eran suposiciones. Lo siguiente fue publicar  un post en  mi anterior blog con la esperanza de que algún día se diera con la respuesta. (UN COCHE MISTERIOSO EN UNA PELÍCULA ESPAÑOLA ANTIGUA)

Seis años después recibía un inesperado e-mail. Se trataba del Sr. Juan López Oliver, que de casualidad había visto una publicación en Facebook donde enlazaba aquel post y creyó que el coche misterioso podría ser una creación de su abuelo que aparecía en varias fotos familiares. Tras consultarlo con su tío, que de niño había colaborado en su fabricación, y compararlo con sus fotos de época, no se necesitaba mucho trabajo para afirmar que, efectivamente, se trataba del mismo ejemplar. Consiguió contactar conmigo y no os podéis imaginar el impacto que me supuso recibir por primera vez aquellas fotos en blanco y negro para asegurar lo evidente.  Así pues, orgulloso de su pasado familiar, quiso que me ocupara de dar a conocer el trabajo del señor D. Ramón Oliver López como homenaje a un auténtico artista de la chapa. A partir de aquí se sucedieron varias semanas tratando de recopilar la mayor documentación e información posible a través de los familiares que vivieron la historia directamente, e incluso se descubrieron negativos originales aún sin revelar  que gracias a esto, por fin verían la luz.

Las sospechas eran correctas;  el vehículo donante fue un Volkswagen, tanto para las partes mecánicas como el bastidor. Durante los años 50 del pasado siglo, Ramón Oliver estuvo trabajando en una empresa dedicada a carrozar autobuses en Tánger donde recibiría este encargo tan particular. Como obligada reseña histórica, entre 1912 y 1958 el norte de Marruecos perteneció al Protectorado Español, mientras que el sur al Protectorado Francés. En 1923 se crea la Zona Internacional de Tánger cuyo gobierno y administración recaía en manos de una comisión de varios países. Situada en el norte, por aquel entonces vivió una época de prosperidad económica gracias a políticas comerciales muy liberales, convirtiéndose además de un paraíso fiscal, en una ciudad cosmopolita. En la década de los 50’s del pasado siglo, más del 20% de la población era española de un total de 200.000 habitantes. En octubre de 1956 se disolvería para reincorporase a Marruecos tras proclamarse  la independencia de éste.

Ramón Oliver López (1923-1998) después de haber trabajado con su padre cuidando un cortijo y aprender el oficio de mecánico, tomó la decisión de buscar un mejor porvenir fuera de su Almería natal (España) pues el sueldo apenas le daba para mantener a su familia. Casado y con un niño pequeño, hizo las maletas rumbo a Tánger en 1949. Sus inicios fueron duros, las puertas se le cerraban cada vez que se presentaba como mecánico, hasta el punto de que durante una temporada estuvo durmiendo en el suelo de una panadería. Finalmente, aceptó un puesto de chapista en un taller Opel llamado Parres Puig a pesar de su falta de experiencia. Su responsable, Julio Parres López (que a su vez fue directivo del equipo de fútbol Atlético Tetúan) quiso darle una oportunidad y allí no sólo aprendería el oficio, si no que destacó rápidamente por su innata  maestría. Gracias a estas habilidades, pronto recibiría ofertas de otros talleres.  Impulsado por un aumento salarial, dejará Opel para incorporarse a la empresa dedicada a carrozar autobuses urbanos de Tánger. Conocida popularmente como «la portuguesa» debido al origen de su director, Joaquim Oliveira, y a que éstos iban decorados con dos franjas verde y roja como la bandera de Portugal, contaba con una amplia plantilla de chapistas, mecánicos, tapiceros y pintores. En poco tiempo, el Sr. Oliver sería recompensado como experto artesano en el modelado del metal. Gracias a su nuevo sueldo, pudo permitirse que  su familia  se trasladase a vivir con él. Y es aquí donde entra en escena el misterioso roadster.

En 1956 recibirá un curioso encargo: el jefe del taller quería un automóvil exclusivo para uso lúdico. Partiendo de la base de un Volkswagen Typ 1 (es decir, un Escarabajo), fuera de las horas laborales y en colaboración con más operarios de la empresa, se fue  dando forma a un deportivo biplaza descapotable. Incluso su hijo, llamado igualmente Ramón, de tan sólo 9 años, ayudó en el proceso.

El Sr. Oliver concibió un diseño que personalmente me recuerda al Mercedes-Benz W196 Typ Monza de Fórmula 1, es decir, la versión de ruedas carenadas con carrocería aerodinámica presentada por primera vez en la temporada de 1954 para participar en circuitos de alta velocidad. Por ello sorprende la integración sobre las medidas más compactas del chasis VW sin perder por ello fluidez. El tejadillo sobre las aletas delanteras, las tomas de aire traseras, la ligera cresta central trasera,… son algunos de los detalles que me inclinan a creer que Ramón Oliver se inspiró en este modelo para dar forma a su creación especial. Incluso la gran insignia VW colocada sobre  la «falsa» parrilla delantera que indica sin complejos  el origen del vehículo sería  una analogía a la estrella de tres puntas de las «Flechas Plateadas«. Los faros heredados del VW así como las proporciones generales de la carrocería otorgan una estética más cercana a «Porsche«. Por lo que sabemos, sólo se construyó esta unidad y su paradero, a día de hoy, es desconocido.

La unidad ya terminada en lo que parece ser su primera configuración, con doble parabrisas aerodinámico y parachoques VW.

Apoyado sobre el coche, Ramón Oliver con varios miembros que participaron en el proyecto, incluido su hijo de nueve años. El hombre con gabardina clara suponemos que es M. Raymon, gerente del taller y de nacionalidad francesa. De él partió la idea de fabricar un deportivo a partir del Volkswagen.

Con la llegada de  la independencia de Marruecos y debido al clima de tensión e inseguridad del momento, Ramón Oliver y su familia regresarán definitivamente a Almería en 1959, donde al poco abrirá un pequeño taller de chapistería en su barrio. No tardará en alcanzar renombre y de esta forma empezará a recibir encargos para trabajos que requerían una destreza superior a la media. Allí se reparaba de todo y si no había recambios, como sucedía con muchos de los automóviles norteamericanos que por allí pasaban, las manos de Ramón Oliver eran capaces de reproducirlos sin ningún problema. Poco después, debido al urbanismo, el taller se traslada a otro local más amplio que con el tiempo se convertirá en todo un referente donde además se formarán varias generaciones de futuros profesionales. Pero la idea de fabricar un coche propio no se le fue de la cabeza. Con los conocimientos adquiridos con el Volkswagen tangerino quiso realizar otra unidad para su uso personal. Pero la burocracia española  de la época zanjó sus sueños.  Consultando con ingenieros se dio cuenta de que el Ministerio de Industria  exigía que se diera de alta como fabricante y  los trámites necesarios iban a  resultar de un coste inasumible para él. De esta manera, la idea de fabricar un nuevo deportivo no pasó de ser una mera quimera. Tras su fallecimiento en 1998, el taller seguirá en activo a cargo de su hijo Ramón. En la actualidad sus instalaciones son muy diferentes a aquel humilde taller de barrio pero a parte de conservar el apellido de su fundador, también figura el roadster como imagen corporativa, testigo de la impronta que marcó a su creador.

Encabezamiento de una factura de 1962 y tarjeta de presentación del taller con el VW Especial como imagen de marca.

Hoy en día, el Taller Oliver mantiene la imagen de su VW Roadster Especial

Aunque no tengamos datos del Volkswagen del cual se partió como base, gracias a las fotografías de la época que muestran el proceso, podemos diferenciar varios elementos para asegurar de que pertenecía a la serie «Split/Brezel» (ventana trasera partida). Por ejemplo, las defensas con un canal longitudinal y topes redondeados o el eje delantero con amortiguadores telescópicos, hace pensar de que se trataba de un modelo presentado entre  abril de 1951 y octubre de 1952. Otros detalles visibles como la palanca de cambios o el volante también corresponden a esa época. Desconocemos si la mecánica recibió algún tipo de preparación para sacar más potencia, pues los 25 CV de serie se nos antojan escasos para la espectacularidad de esta carrocería. Se supone que la matrícula que lucía por aquel entonces fuera la misma del Escarabajo, T-13113, correspondiente a Tánger.

Analizando ya el vehículo terminado, que me gustaría llamarlo «Oliver Especial«, destaca la presencia de dos pequeños parabrisas aerodinámicos, solución más propia de un modelo de competición. Las líneas, como ya adelantaba al principio del artículo, recuerdan a un híbrido entre el Mercedes-Benz W196 Stromlinie y un Porsche 356/550. Incluso del Porsche 356 se ven reproducidas  un par de soluciones: la tapa redonda que oculta el punto de apoyo del chasis para el gato mecánico y la moldura cromada que recorre el inferior de la carrocería. A las llantas se les equipó con un accesorio bastante común de la época: unos tapacubos imitando radios para darle un aspecto más deportivo según los cánones de entonces. Las defensas originales VW parece ser que se montaron y desmontaron a conveniencia. Por otra parte, todo apunta a que los pilotos traseros también se aprovecharon, pero aunque no existan fotos de la zaga, parecen ser de los denominados «de corazón» (con la luz de freno  en una lente superior). Este tipo de piloto no se presentó hasta octubre de 1952, discrepando con el resto de elementos visibles donados, que indican un Volkswagen fabricado al menos unos meses antes. Pero no es descartable  de que fuera una actualización añadida por el propietario, práctica bastante habitual en este modelo. El volante original más tarde sería sustituido por otro con aro central.

Posteriormente, el biplaza recibirá una evolución. Debido a la falta de practicidad del primero, se le instaló un nuevo parabrisas más amplio compuesto por dos cristales formando un ángulo. Un estilo que recuerda al empleado en el Porsche 356 America Roadster o el Jaguar XK120 entre otros tantos modelos deportivos de principios de 1950’s. Básicamente, una manera de conseguir un parabrisas envolvente y sin demasiada resistencia aerodinámica a falta de tecnología para obtener un vidrio curvado. Pero además, gracias a esto se lo podía instalar un techo rígido desmontable (hard-top) desarrollado para transformarlo rápidamente en un coupé. Desgraciadamente no existen fotos del vehículo con este accesorio instalado. Durante esa época, la matrícula es diferente, siendo 3113-33 seguido de alfabeto árabe cuya traducción es Al-Magrib o Marruecos. Entendemos, por tanto, que esta matriculación se produjo a partir de la disolución de la Zona Internacional de Tánger y su anexión al recientemente independizado Marruecos, es decir, alrededor de 1957.

EL OLIVER ESPECIAL EN «FIN DE SEMANA» (1964, Pedro Lazaga)

«Fin de Semana«, la película que me hizo descubrir este singular biplaza, es una comedia costumbrista  ligera, un género representativo del cine español de la época. Dentro de las decenas de títulos de esta categoría, se trata de una de las menos conocidas, a pesar de estar dirigida por  Pedro Lazaga y contar en su elenco con Antonio Ozores, José Luis López-Vázquez y Manolo Gómez-Bur, es decir, los habituales de entonces. En Filmaffinity le dan un aprobado raspado, así que no esperéis gran cosa, tan sólo una obra amable y simple para pasar el rato.

Aunque en la ficha técnica figura el año 1964 por ser su fecha de estreno, observando las portadas de las revistas que aparecen en una escena, ésta se habría rodado durante  septiembre de 1962. La duda es saber cómo este coche, entonces con matrícula provisional francesa (distintivo 75 de París) apareció ya en territorio español y quién era su propietario legítimo. Su presencia estelar sucede en dos escenas donde cobra protagonismo por derecho propio. En ellas es conducido por el popular Jesús Puente (1930-2000) con Elvira Quintillá (1928-2013) como acompañante.

Aunque en el post original las capturas las tomé directamente de la pantalla del televisor, en esta ocasión he podido obtenerlas en formato multimedia, más nítido, por lo que ahora pueden verse algunos detalles que entonces se me escaparon como la gran insignia VW en el frontal, tal como aparece en las fotografías familiares de Juan López Oliver. Una de las diferencias que presenta es la defensa delantera, minimalista e integrada en la carrocería, aunque mantiene la trasera original. Y más evidente, la ausencia de cualquier parabrisas. Gracias al color, ahora sabemos que el volante era rojo. También destaca el nuevo tratamiento decorativo, con la carrocería pintada en blanco con una franja roja central. Como ya indicamos, la matrícula, con fondo rojo y distintivo «75» corresponde a una de tránsito turística de París.

Las películas antiguas son fieles testigos del parque automovilístico de la época. En este caso, Madrid.

Un detalle misterioso que se aprecia tanto en la anterior escena, rodada a plena luz del día, como en su segundo acto de presencia, por la noche, es el faro derecho de tonalidad amarilla…

Como guiño, he querido dejar este momento donde un Volkswagen se cruza con nuestro peculiar roadster… Sucede además justo antes de ser develada su imagen.

Pero en un nuevo giro, resulta que no es la única película donde el Oliver Especial hace acto de presencia. Durante un brevísimo momento, tan breve que ni llega al segundo de duración, aparece al inicio de la exitosa «Marisol Rumbo a Río» (1963). En esta ocasión tan sólo es un mero figurante en una escena que sucede en una famosa gasolinera de Madrid que en aquella época estaba atendida por una plantilla  de chicas jóvenes…como campaña de marketing. Puede observarse el capot  levantado con basculante en el frontal. Posiblemente repostando pues es de suponer, que al igual que en el Volkswagen original y otros tantos modelos de motor trasero de la época, el acceso al depósito de gasolina se realizaba a través del cofre delantero. Resulta, por tanto, curioso que en el transcurso de apenas un año, este automóvil único sea visible en dos películas- ¿Fruto de la casualidad? ¿Estaría su propietario relacionado con el mundo del cine español? De momento es otro misterio, al igual que su paradero.

Todas las fotos de época han sido gracias a la cortesía de Juan López Oliver y los datos sobre su historia proporcionados por Ramón Oliver Guirado.

Texto: Fernando Rodríguez González. Publicado por primera vez en https://beetleinjection.home.blog/ (17/05/2024)

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