RUTAS Y ESCAPADAS, VIAJES

Tour 2022 desde Gijón a Tossa de Mar 4º parte: MÓNACO I

…¡y llegaba el gran día! Después de tres etapas de media distancia cada una, la cuarta sería más cortita, de sólo 150 km, aunque luego la alargaríamos un poco más por mero disfrute con el Principado de Mónaco en el punto de mira. Salimos de Brignoles a nuestra hora habitual (9:00) previo chequeo del nivel del aceite y rellenar un poquito pues la varilla ya estaba cerca de la mitad. Antes de lanzarlos a la autopista hicimos una parada en un lavadero de coches. Nos había llovido durante la segunda etapa (Saint Jean de Luz – Carcassonne) y el coche estaba algo sucio, en especial, las bandas blancas de los neumáticos…¡no era plan de presentarse así en la capital europea del lujo y el glamour!. Por suerte fui previsor y me llevé el producto específico para limpiar los neumáticos.

4ª etapa: MÓNACO (domingo 18/09/2022 y martes 20/09/2022)

Con el Volkswagen reluciente, salimos sin más demora y a medida de que nos acercábamos al destino, empezamos a ser adelantados por automóviles deportivos de alta gama: los Porsche, Ferrari, Lamborghini, Corvette,… se iban sucediendo. Incluso un McLaren 720S en color papaya ya nos advertía lo que nos esperaba.

Antes decidimos hacer una parada para visitar Fragonard a los pies de Èze. Se trata de una empresa perfumista fundada en 1926 con varias sedes y museos, estando la principal en Grasse. La sucursal de Èze se ocupa principalmente de la fabricación de jabones y cremas de una manera artesanal.

Uno de los coches allí aparcados y que llamaba la atención por su espectacularidad. Creemos que se trata de un Chevrolet Camaro customizado.

Tras una visita guiada donde nos mostraron el proceso de elaboración de sus productos y comprar algún que otro recuerdo (lo típico son sus jabones en forma de patitos pintados a mano) nos dirigimos hasta Èze…lo cual fue un error. Siendo domingo, había mercado y el urbanismo de este pueblo es medieval, con calles estrechas muy empinadas. En resumen, un caos circulatorio y la anarquía absoluta, con peatones cruzándose en todo momento y vehículos atravesados bloqueando el paso que a su vez eran poco colaborativos con el resto. La mejor decisión, en ese momento, fue desviarse en el primer apartadero para dar la vuelta, esperar pacientemente a tener la vía despejada y quedarnos con las ganas de conocer Èze. Literalmente sólo recorrimos unos metros de su entrada y ya sólo esa simple maniobra nos retrasó muchísimo respecto a nuestros planes iniciales.

Sin embargo, queríamos aprovechar la experiencia y la ruta hacia Mónaco lo tomamos a través de La Turbie. Una carretera revirada y serpenteante que hará las delicias de los amantes del volante. Fue aquí donde la legendaria Princesa Grace de Mónaco perdió la vida en un accidente de tráfico que a día de hoy sigue envuelto en dudas. Guiándonos por Google Maps paramos donde supuestamente se produjo el fatal desenlace hace 40 años (exactamente, cuarenta años y cinco días en el momento de nuestro paso, un 13 de septiembre de 1982). Durante nuestro trayecto, uno de los coches más espectaculares que nos cruzamos fue un Ferrari Monza SP2…al que lamentablemente no sacamos foto.

Para cuando llegamos a Mónaco, el tiempo ya se nos estaba echando encima y nos encontramos con mucha densidad de tráfico agravado por algunas obras a lo largo de sus calles, entre otras, en el célebre túnel y también a que en el puerto estaban preparando una exposición de yates (Monaco Yacht Show). Como veremos más adelante, esto último deslució uno de mis planes…

Llegar al hotel fue un poco odisea a pesar de estar bien situado, pero éramos incapaces de dar con el desvío correcto para colocarnos justo delante de su entrada para el check-in…así que hasta conseguirlo daríamos cuatro vueltas por Montecarlo, en medio de un caos circulatorio donde las señales de ceda parecen estar de adorno (en la última vuelta aprendí a conducir a la monegasca), con constantes subidas y bajadas, en un día caluroso dentro de un coche sin aire acondicionado. Por un momento, llegué a temer por la integridad mecánica del Volkswagen debido al sobreesfuerzo de estar frenando y acelerando de continuo en tales condiciones. Fue todo un alivio cuando conseguimos dar con el carril exacto y dejar el coche descansar unos minutos mientras nos registrábamos en el hotel. Eso sí, aunque en ningún momento mostró señales de fatiga ni nada por el estilo, como soy una persona muy aprensiva siempre ando con estas agonías.

Hablando del alojamientos, escogimos el Hotel Novotel en pleno Mónaco. La razón es que queríamos pasar dos días completos en el Principado porque teníamos interés en conocer al ambiente que se respira por la noche. Teniendo en cuenta los precios de los parkings más el gasto de gasolina en desplazamientos, llegamos a la conclusión de que salía más rentable alojarnos en Montecarlo que opciones en principio más económicas por los alrededores en territorio francés. Mónaco es caro, eso es obvio, pero buscando se pueden encontrar precios accesibles, siempre y cuando seamos conscientes de que estamos hablando de darse un “capricho”. Personalmente lo consideramos un acierto: bien ubicado, parking incluido, habitación cómoda, amplia y limpia,con trato atento y agradable de sus trabajadores (además hablaban español). Bajar al parking, de cuatro plantas subterráneas ya fue un show de por sí; plagado de coches de lujo. Por tratarse de un recinto privado me abstengo de compartir sus fotos. Nuestro Volkswagen dormiría allí dos noches y no volveríamos a arrancarlo hasta el siguiente martes. Un descanso más que merecido.

La crónica de nuestra estancia en Mónaco la voy a dividir en tres partes. La cantidad de documentación gráfica en esos dos días superó las 950 fotografías. He tenido que ser selectivo y cribar las más interesantes. Como os podéis imaginar, tratándose de este blog, la inmensa mayoría están centradas en los automóviles allí avistados. El nivel es realmente asombroso. Mayor, incluso, que en nuestra anterior estancia en 2010. Esos avistamientos o car spotting los dejaré para un post exclusivo. Pero sirva de ejemplo de la locura que viví esta foto, que en un principio iba a descartarla; justo cuando estaba tratando de captar el paso de un soberbio Rolls-Royce Silver Spirit de los 90’s se cruza delante del objetivo un Bentley Continental GT Twinturbo último modelo. Y esto fue una constante, un frenesí. Todo el mundo lo afirma: esto es otro mundo, diferente, irreal, inexplicable… hay que verlo y catarlo in situ para entenderlo.

A Mónaco acudí por segunda vez por el mismo motivo; como apasionado del automovilismo, por el significado romántico que tiene el pisar el mismo asfalto donde un puñado de pilotos de F1 se convirtieron en leyenda y para ver si conseguía ver en persona alguno de esos unicornios de metal y fibra de carbono. Pero tampoco no hay que olvidar que Mónaco es el centro del derroche y los excesos, con sus tiendas de marcas de lujo, ropa, joyas, relojes, bolsos o zapatos a precios prohibitivos para la mayoría de los mortales. Hay quien lo detesta y aborrece. Lo comprendo.

Como comentaba al principo, algunas de sus calles en obras chafaron mi plan de rodar recreando el circuito de Grand Prix. Por otra parte, la instalación de carpas para el Monaco Yacht Show además de estropear posibles fotos, cortaron el paso por el puerto, que también es un tramo del circuito. Aunque es cierto es que en 2010 conseguí dar la vuelta completa, pero me apetecía repetirla.

La Rascasse, el célebre restaurante que da nombre al penúltimo viraje del circuito.

Avenue d’Ostende (subida al Casino), en obras…

La estatua dedicada a William Grover, vencedor del primer Grand Prix celebrado en sus calles (1929) a los mandos de un Bugatti 35, se había trasladado de su emplazamiento original, una glorieta en medio del boulevard, al igual que ocurre cuando se celebran carreras.

El túnel, también en obras

Capilla de Santa Devota (Sainte Dévote) que da nombre a la primera y dramática curva del circuito.

Estatua dedicada a ella

Vistas del puerto, plagado de yates y barcos de recreo.

El Automobile Club de Monaco (ACM), organizador del Grand Prix de F1 y del Rally de Montecarlo

Las referencias al automovilismo son constantes

Pero para el aficionado es una gozada encontrar vestigios del trazado, como por ejemplo, los pianos pintados por donde ruedan los monoplazas.

O la parrilla de salida

Escaparate del ACM

Fachada del Hotel Hermitage

Teatro de la Ópera de Montecarlo (1879)

Y como no, el Casino (1858)

El ambiente de esta zona es indescriptible. Lugar de encuentro tanto de car spotters como de instagramers en busca de la foto idílica; los primeros de ese coche de ensueño y l@s segund@s, para alimentar su ego. Y entre todo esto, una pasarela donde lucir los mejores lujos. Para los coches está acondicionada una pasarela delimitada por bolardos iluminados que atraviesa esta plaza peatonalizada. De la plaza del Casino hablaré en la entrada dedicada a los avistamientos.

En las calles adyacentes encontremos tiendas de las marcas más exclusivas: Cartier, Dior, Louis Vuitton, Chanel,…

Si hay una curva famosa es esta: la actualmente denominada como Fairmont y en épocas pasadas como Loews o Grand Hotel, según los cambios de titularidad del establecimiento hotelero. Célebre por ser el viraje más lento del Campeonato de Fórmula 1: menos de 50 km/h.

Una de las primeras cosas que hice fue posar junto con mi ídolo: Juan Manuel Fangio (1911-1995), Campeón del Mundo de F1 en 1951, 1954, 1955, 1956 y 1957 con tres equipos diferentes. Estatua situado detrás de La Rascasse.

Por suerte para los turistas como nosotros, se puede comer a precio asequible. El casco antiguo está enfocado principalmente al visitante y dispone de muchos locales hosteleros con precios de lo más diverso, pero la mayoría populares. En nuestro caso pudimos degustar platos de pasta al estilo italiano de elaboración muy cuidada. En la primera noche cenaríamos sushi en plena avenida del puerto pero realmente un establecimiento que recomiendo es el Maya Mia, un restaurante situado a 500 m del casino (unos 7 minutos a pie).

El domingo por la noche gozaba de bastante ambientillo. Los coches de lujo, en especial, deportivos se paseaban por los boulevares y la Plaza del Casino era un hervidero. Muy diferente a lo que ya nos tenían acostumbrado los franceses con su habitual recogimiento a horas mucho más tempranas. En ese sentido, Montecarlo es más «latino». El lunes, última de nuestras noches, la afluencia disminuyó considerablemente. Esto me dio a pensar que si en un futuro planeábamos una nueva visita, sería mejor durante un fin de semana de viernes a sábado.

El martes tocaba la despedida. Un chequeo rápido al nivel del aceite y arrancar de nuevo el Volkswagen. Pero quise darme un último gustazo: hacer parte del circuito e incluso atravesar la plaza del Casino. Era temprano y apenas había tráfico.

PRÓXIMAMENTE: MÓNACO II (PALACIO GRIMALDI, OCEONOGRÁFICO Y COLECCIÓN DE AUTOMÓVILES DEL PRÍCIPE DE MÓNACO)

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