Hace bastante que no actualizaba el blog. Últimamente ni tengo mucho tiempo libre para sentarme delante del odenador como, sobre todo, material para publicar…¡dichosa pandemia!. En fin.
Como única novedad, un suceso ocurrido hace ya más de tres meses. Pero pongámonos en antecedentes primero; a raíz de la pandemia dejé de lado mi habitual transporte colectivo para acudir al trabajo al volante del Escarabajo, algo, todos sea dicho, que me fastidiaba sobremanera sobre todo cuando llegó el inverno y con ello tener que circular a diario bajo intensas lluvias en un entorno industrial altamente contaminado. Las primeras «quejas» del coche comenzaron con fallos de encendido en las arrancadas por culpa de la humedad… quizás me estaba avisando de que el trato que le estaba dando no era el adecuado. Paralelamente a ésto comencé a parar camino de vuelta a casa en un tren de lavado automático (mejor dicho, un puente) para eliminar toda la suciedad acumulada a lo largo de la semana y descontaminarlo. OK. Cierto es que no es el sistema de lavado más recomendable, pero en aquel momento me resultó cómodo y rápido a la par que eficaz arrastrando la suciedad más rebelde. Bien es cierto que aunque mi VW sigue luciendo casi como el primer día gracias a la calidad de su repintado con varias capas de barniz, no menos es que tras quince años a sus espaldas ya tiene sus cosillas propias del uso frecuente. Así que tras una primera prueba satisfactoria con el lavado automático, comencé a ser cliente habitual durante meses…
…hasta que un fatídico día, escucho un sonoro y metálico ¡clonc!. Cuando voy a recoger el coche me percato horrorizado de que la tapa de la matrícula está apuntando hacia arriba (¡¡¡!!!). Uno de los rodillos sufrió un fallo e impactó contra el capot motor, aplastándolo a la altura de las rejillas. En un principo el daño era muy exagerado, posiblemente por los nervios no tomé las fotos correspondientes aunque sí que avisé a una de las encargadas de la gasolinera para que lo viera. Instintivamente abrí la tapa y le dí un golpe seco por el interior, desapareciendo el tremendo bollo ocasionado por el rodillo. Recuperó su forma original… pero el daño ya estaba hecho, la chapa se había estirado y creado arrugas alrededor de la «nariz». Unas fotos para los respectivos seguros y ya sólo era esperar cita para pasar por el «quirófano».


Tras circular varios meses con la tapa del motor dañada, finalmente le hicieron hueco en mi taller de chapa y pintura de confianza: Primarso (Gijón), viejo conocido de los seguidores de este blog pues ya sabrán que de sus antiguas instalaciones salió este coche rejuvenecido en 2006 con el aspecto que hoy luce. El resultado, no podía ser menos, a lo que me tiene acostumbrado su responsable Gabri. Impecable y como el primer día:

